13 de febrero de 2012

Capítulo N° 81


Capítulo N° 81 (Ochenta y uno):

No la dejaste terminar que ya estabas subiendo las escaleras en su búsqueda. Enseguida viste la puerta de su cuarto abierta y te asomaste. Querías sorprenderla pero creo que la sorpresa te la habías llevado vos cuando viste a Lali a los besos y arrumacos, con otro flaco en su cama.
Obviamente que te quedaste perplejo ante esa imagen porque no podías creer lo que estabas viendo. Tu cara era de desilusión, angustia y bronca pero en ese momento no te salió hacer ni decir nada. Encima, para tu desgracia, Lali te vio ahí parado y se quedó totalmente sorprendida, al igual que el otro flaco. Inmediatamente ella habló para cortar con ese momento tan incómodo.

Lali: Peter… -dijo e hizo una pausa- Qué haces acá? –Preguntó confundida-
Peter: Eso es lo que me pregunto yo… -dijiste e hiciste una pausa- Qué estoy haciendo acá? –completaste y enseguida te diste vuelta para irte de allí. Realmente te hacía mal y te daba impotencia verla de esa forma y así con ese flaco-

Mientras bajabas las escaleras escuchabas cómo ella bajaba detrás tuyo llamándote, pero vos no querías escucharla ni verla por el momento.

Lali: Peter, pará… -insistió pero vos seguiste caminando hasta la puerta- Qué vas a hacer? Te vas a escapar como hace seis meses sin explicarme nada? –Recalcó y enseguida te diste vuelta embroncado y mirándola fulminante-
Peter: Vos sos la menos indicada para hablar de explicaciones, no te parece? –Reprochaste molesto- Digo, porque hace seis meses cuando me fui me acuerdo que me prometiste que me ibas a esperar y veo que lo hiciste muy bien no? –Ironizaste y le clavaste la mirada-
Lali: Y vos me prometiste que me ibas a llamar y ahora que me acuerdo, la última vez que hablé con vos fue hace casi cinco meses… -Ironizó elevando un poco la voz-
Peter: Pero se ve que encontraste consuelo enseguida para tu depresión no? –Volviste a ironizar y ella te miro como “no pudiéndolo creer”-
Lali: Y qué esperabas? –Dijo e hizo una pausa- Que me quede como una tarada infeliz llorando por alguien que dice amarme pero que después no me llama ni siquiera para ver cómo estoy? –Elevó la voz muy enojada y vos estabas más que indignado. No podías creer todo lo que estabas escuchando-
Peter: Vos no sabes cómo fueron las cosas… –sentenciaste y le apuntaste con un dedo- asique mejor no hables –dijiste muy duro y ella te suspiró como molesta e indignada- Mejor me voy… tu novio te está esperando arriba –ironizaste nuevamente y te volteaste dejándola a ella mirándote fulminante-
Lali: Por lo menos él me ama y cumple lo que dice sabes? –Recalcó, vos tragaste saliva de la bronca y cerraste la puerta detrás tuyo con un gran portazo-

Al irte de allí, te dirigiste directamente para tu casa en donde tu madre te esperaba casi con la cena lista. Ella te recibió con esa simpatía y sonrisa que siempre la caracterizaba pero vos no podías responderle de la misma forma ya que tu mal humor era muy notable en vos.

Claudia: Hijo… ya está la cena –te dijo y vos ni siquiera la miraste-
Peter: No tengo hambre ma… -contestaste algo seco-
Claudia: Pero por qué? Qué paso? –Preguntó preocupada-
Peter: Tampoco tengo ganas de hablar… perdóname –concluiste y subiste las escaleras lentamente para encerrarte finalmente en tu cuarto-

Es ahí cuando te tiraste en tu cama y te pusiste a pensar y a analizar cuándo había sido que todo había cambiado tanto. No entendías nada, en verdad. ¿Por qué Lali estaba con ese flaco? ¿Por qué no te espero? ¿Por qué estaba tan enojada con vos si él único que tendría que estar enojado y dolido eras vos? Esas preguntas y más se rondaban por tu cabeza, pero aún no tenían respuestas o tal vez no querías que tengan respuesta. En este momento solo querías olvidarla, odiarla y no verla nunca más y más en este momento que debería acompañarte por todo lo que había pasado en Canadá y demás. Más que nunca en este momento necesitabas de su compañía pero ella no estaba. O mejor dicho si estaba, pero con otro flaco que no era yo.
En fin, esa noche te decidiste a dormir después de tantas vueltas y llanto, porque sinceramente no querías maquinarte más. Fue así que buscaste el sueño y por suerte lo encontraste rápidamente.

Al otro día te despertaste con el ruido de la lluvia, la cual no paraba de golpear en tu ventana y que lo hizo durante toda la noche. Te despertaste con algo de pereza pero por fin lograste levantarte. Te dirigiste al baño a higienizarte y a bañarte y luego te dirigiste a la planta baja, más precisamente a la cocina, así con tu toalla envuelta en la cintura y todo el torso desnudo, en busca de tu vieja. Pero no la encontraste en ninguna parte hasta que viste un papelito arriba de la mesa de la cocina que decía lo siguiente:

“Hijo me fui a la casa de los Espósito. Te dejé el desayuno preparado. Cuando termines, lava todo y deja todo como estaba y venite para acá, sin excusas. Te amo, mamá”.

Odiabas cuando a tu mamá se le ponía algo en la cabeza pero bueno, no podías decirle que no. Fue así que fuiste en busca del desayuno que había dejado preparado tu vieja arriba de la mesada de la cocina, lo comiste con mucha tranquilidad, lavaste todo, a pedido de tu querida madre, y te fuiste a cambiar pensando en que nuevamente, quizás, volverías a ver a Mariana y quizás, también con su nuevo novio. En cuestión de minutos te cambiaste, te perfumaste como de costumbre y te despeinaste el poco pelo que tenías. Una vez listo, agarraste las llaves de tu casa y saliste caminando. Demás está decir que te quedaba un poco lejos, debido a la ubicación del country pero te hacía bien caminar y despejarte un poco. Por suerte la lluvia había cesado aunque algunas nubes seguían presentes en el cielo. No cabían dudas de que la lluvia se iba a hacer presente nuevamente en cualquier momento.
En media hora llegaste a la casa de los Espósito y allí te atendió Carlos, el papá de Mariana. Él te recibió con un gran abrazo y muy cálidamente al igual que Majo quien ya te había visto anteriormente. También la saludaste a tu vieja y después te invitaron a sentarte y a tomar unos mates con ellos. La verdad es que ellos siempre fueron unos grosos para vos. Eran como tus segundos padres y ellos a vos te consideraban como tu segundo hijo aunque en su tiempo fui su yerno. Pero eso ahora no existe más.
En fin, mientras tomaban unos mates entre los cuatro, se divertían, contaban sus anécdotas, vieron que Mariana apareció de entre las escaleras. Enseguida se sorprendió al ver la escena pero no tardó en acercarse y saludar. Cuando llegó a vos te quedó mirando y te saludó algo fría al igual que vos, pero más frío aún. Las preguntas no tardaron en realizarse.

Carlos: Cómo? Ustedes no son más novios? –Se ve qué él no sabía nada de lo que había pasado entre ustedes y mucho menos lo del otro flaco-
Lali: No papá… -dijo y vos la interrumpiste-
Peter: Ah, pensé que ya le habías contado lo de tu otro novio… -le dijiste, la miraste, ella también pero con bronca y vos volviste a mirar a Carlos-
Carlos: Cómo? –Su expresión era de asombro- Me podes explicar Mariana? No entiendo nada… -Aclaró y vos sentiste un poco de culpa por dentro por eso bajaste la cabeza-
Lali: No tengo novio papá… -dijo mirándolo nerviosa- Solo es un amigo… -explicó y vos no pudiste evitar soltar un risa sarcástica. Ellos te miraron-
Carlos: Qué pasa Peter? –Preguntó sin entender la causa de tu risa-
Peter: No porque ahora parece que se le llama amigo a las personas con la cuál te besas y revolcas en la cama, no Lali? –Y la miraste irónico. Ella también te miró pero de manera desafiante-
Lali:…

Continuará.

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